miércoles, 3 de junio de 2015

No Es Simplemente Hablar Y Aparentar, Se Trata De "Integridad" #BanaDevocional

Es fácil hablar de integridad, predicar y hablar bonito, ser cristianos delante de los demás y mucho más fácil ser cristianos dentro de una iglesia. Pero la palabra de Dios nos exige que aquello que decimos ser, realmente sea lo que experimentemos en nuestro diario vivir: en nuestro hogar, en el lugar de trabajo, en la calle, en la iglesia, aún en la intimidad, en lo secreto cuando nadie nos está viendo, cuando solamente Dios es el único que sabe lo que estamos haciendo.

Existen personas que viven orando a Dios por sabiduría, discernimiento, prosperidad y en general por las bendiciones y los dones que podemos obtener de su parte por fe y por gracia, creyendo tal vez, que es la unción o las obras que hacemos para el Señor lo que demuestra lo compenetrados que estamos con Él. Podemos caer en el error de creer que la gracia de Dios en nuestras vidas, es una prueba de su respaldo y de su aprobación en todo lo que hacemos, cuando inmerecidamente somos bendecidos por su gran misericordia y amor.

A la hora de la verdad, todo lo que hacemos para el Señor sólo cobra importancia divina cuando verdaderamente obramos para agradarle a Él independientemente de que seamos o no recompensados y esto no necesariamente implica llenarnos de activismo y de obras ministeriales cuyas estadísticas fácilmente se pueden demostrar cuantitativamente o tangiblemente ante los demás. No importa cuántas cosas hagamos para el Señor, lo importante es que lo que hagamos, sea mucho o poco para las personas que están a nuestro alrededor, realmente lo hagamos en la autoridad que solamente en Cristo Jesús podemos tener (en santidad) y que nuestra motivación sea obrar para agradar a Dios y no para agradar a los hombres (incluyéndonos a nosotros mismos).

No podemos dar de lo que no tenemos, cómo hablar de santidad, si estoy en pecado; cómo podré hablar de restauración matrimonial, si estoy en problemas con mi esposo(a); cómo llevar amor a tantas personas que lo necesitan, si tengo odio en mi corazón hacia alguien; cómo hablar de integridad, si lo que digo que soy, es sólo una apariencia ante los demás; cómo decir que trabajo para Dios, para el reino de los cielos, si lo que realmente me interesa es ganar dinero; cómo hablar del amor y la misericordia, cuando amo y trato bien sólo a los que me tratan de esta misma manera; cómo decir que amo y sigo a Cristo, si el tesoro de mi corazón es el reconocimiento, el poder y los placeres de este mundo… Y así, tantas otras cosas que tristemente hacen parte de la realidad en la que vivimos de hoy en día.

Necesitamos tomar conciencia de la importancia de ser intachables e irreprensibles delante del Señor; no se trata de cuántas obras piadosas (oración, ayuno, congregación, obras de solidaridad, etc.) podamos ejercer, se trata de la forma en que nos relacionamos con el Señor, del estilo de vida que llevamos, del testimonio que estamos dejando ante los demás y de aquello que vivimos en realidad.

Podemos identificar claramente la doble moral y que se ve manifiesta en las obras de la carne y vemos que algunas personas independientemente de su llamado ministerial, muchas veces asumen con el único propósito de obtener un beneficio particular y la mayoría de las veces mundano, motivado por el egocentrismo, la ambición de poder o el interés económico y material, en lugar de ser un propósito genuino alineado con los diseños del Padre Celestial, con la única y divina motivación de buscar hacer su perfecta voluntad.

Si lo que predico no es coherente con lo que vivo, no puedo decir que soy un siervo(a) de Cristo, no tengo autoridad para hablar de lo que no sé porque sencillamente no lo experimento, no es lo que vivo. “Se trata de Integridad”, o somos o no somos, pero no podemos hablar lo que no vivimos, no podemos simplemente predicar, tenemos que aplicar lo que tanto escuchamos y hablamos acerca de Dios.

Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. Santiago 1:22

"Cada uno cosechará lo que haya sembrado”. Gálatas 6:7

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